28 de noviembre de 2023

No siempre sube la marea

Deseaba monitorizar su vida, para encoger la pena, como encogen las ganas de soñar. Escapaba del miedo con la torpe convicción de no dejar rastro. Sus ojos parecían vagabundos solitarios que rezan por caer en medio de una pista de baile, donde nadie percibe su presencia. El mundo la mira sin ganas y ella lo agarra fuerte de la mano. Pero el mundo, ya en el frente contrario, se deshace de las camisas que amarillean de sudor frío y sangre ardiendo. 

Recuerda los años de aula. Donde sus amigos, sin saberlo,  engrandecían esa clase, masticando con saña el bocadillo que sus madres preparaban antes de perder la primera capa de piel de sus rodillas y su dignidad, haciendo brillar suelos y sueños ajenos. 

Recuerda su sed de leer libros heredados, que nunca olían a nuevos, porque venían con decenas de anotaciones que no eran suyas, porque también eran heredadas. Su ropa olía a besos detrás del portal, a llama adolescente que conoce por primera vez el deseo. Pero entonces, el mundo tampoco contaba con ella, porque también su ropa era herencia.

Los días de instituto abrieron cada una de sus arterias en canal, para salpicarla de filosofía barata, que es la que le dio de comer y beber. No fue la solidaridad una doctrina impuesta, la sentía cuando tocaba la cara de su madre, el baile de su madre, el adiós de su madre. 

Y entonces.. La música, que la había estado acompañando desde los cuadernillos rubios, también de clase. Como las mejores personas, estuvo a su lado sin hacer ruido. 

Hoy no encuentra ganas de continuar esta historia, y decide retroceder hasta el día de la música. El día en que supo, con la misma certeza que ahora sabe de su soledad, que su clase y ella ya  no son más que una triste canción.

21 de abril de 2023

De sobras sabes..

Que hemos dejado de necesitar(nos) para escoger(nos).

Que incluimos preferir, desear, encantar y lamer al puñadito de verbos que supimos seleccionar con atino y destreza, desde la voluntad y la euforia propia de una noche rosada de vino.

Que el singular se nos queda corto, y el viernes. Y el sabor de después.

Que te espero despierta, o poco dormida, que es lo mismo que despierta. Que sigues siendo la presa que mis sentidos buscan para llenarse de vida.

Que ya no te supongo ni intuyo. Te sé. De memoria. Sé de tus silencios llenos de luz. Sé de las tinieblas cuando agachas la mirada y aprietas los dientes. Sé lo que hay dentro, lo he tocado tantas veces como vueltas da ese disco -tan socrático- que nos mira entre cómplice y compañero.

Que de verdades también nos alimentamos, asumiendo que no todos los platos son dulces.

Sabes del tacto, del juego entre el reborde de la copa y tus labios, de perseguir la tinta de mis tatuajes con los dedos (primero). Sabes poner las cartas que te escribo sobre la mesa y deshojarlas para llenarlas de piel, la mía.

Sabes que quererte es un ejercicio de inmortalidad, y ¿sabes? me gustas de un modo casi obsceno. Me gusta cuando le haces la coleta a Amanda, y le enredas el pelo y las ideas. Me gusta pensarte llegando a la cima con tus amigos. Me gusta que seas valiente, y vulnerable. 

Sabes que reduces los miedos a migajas, y multiplicas la alegría por cientos de banquetes cocinados por nosotros mismos. 

De sobras sabes que eres.

Y que no miento si juro. 

Abril, 2023.


28 de julio de 2022

Soy más de sonreír que de reír

"Soy más de sonreír.." me decía, sabiendo que esa conjugación de palabras iba a explotar en la boca, de mi estómago, que es donde terminan bailando todos sus juegos semánticos. Y es que el mundo tampoco está para muchas risas, y eso que él lo habita alegremente, como alegremente consigue cambiar(me)lo. 
De entre la multitud que a veces camina con vientos de revolución, yo siempre lo encuentro, en un ejercicio de reconocimiento sutil por la anatomía de esas imágenes que las redes nos regalan para convertirlas en herramientas habitables. 
Su voz es la del pueblo, o a la inversa, y se mezclan sobre escenarios de madera vieja que palpitan a cada paso que él da, porque de todo nace un corazón, sí él lo toca. 
No hemos compartido todavía ningún silencio, pero sin hablar me recuerda que estoy viva, y que la tristeza forma parte del camino. También lo dice cuando sonríe. 
Acordes, estrofas, hojas de libreta, dibujos de héroes, canciones, expresiones la tierra que habita, movidas madrileñas y otros modos de ser una jodida y bendita persona maravillosa. 

20 de abril de 2022

Cosas que -tal vez- ya sepas

Eres. En ese presente absoluto y pleno que implica el ser, tan lejos del estar y tan cerca de mí. Eres mirada conciliadora en tiempos de incertidumbre, caricia serena cuando el trueno acecha, hogar cálido en el frío invierno. 

Eres porque sabes de sonrisas a deshora, que visten las ausencias con acordes infinitos, como las carreteras que nos llevan al norte cuando tenemos sed de rock, cerveza y kutxitriles. 

Eres el dulce castigo que me abre los ojos las mañanas de los sábados, cuando las resacas son de sudor y sólo las sábanas han sido testigo de cómo y cuantas veces nos hemos colocado esa noche (y de cuántas maneras). 

Eres mis pies en la tierra cuando sólo quiero volar (por los aires). 

Eres quien frunce el ceño cuando friega algún vaso y murmura eso de "hay quienes mueren por no tener el agua que nosotros malgastamos". Yo no te lo digo pero en esas expresiones todavía eres más, y yo sólo puedo mirarte y pensar en la puta suerte que tengo de tenerte al lado maldiciendo al capitalismo. 

Eres ese compañero que decide voluntariamente caminar a mi lado y construye castillos con los vasos de plástico vacío que nos sirven en los bares oscuros que cerramos mano a mano. Y mano a mano cantamos nuestras canciones, que son todas, e inventamos versos que se pierden casi siempre por los callejones que nos vieron caer. Y levantar.

Eres valiente, sin ser violento, y joder! Ahí ya (me) ganas. Aunque puestas a ser (sinceras), te diré que ganas me sobran a la hora de ser contigo, que es el modo más jodidamente maravilloso de ser persona.

Eres conversación lúcida, capaz de dejar atrás los demonios que te asustan, confiando con los ojos muy abiertos, porque para eso es el mar que los albergan, para que nademos desnudas hacia el fondo, lejos de tormentas y nubes negras. 

Eres 20 de abril, porque hace dos años que me propusiste jugar a un juego de niñas, con bocatas de pan Bimbo cortados en triángulos y en sólo dos días hicimos de él la mejor fiesta de cumpleaños. 

Que sigas siendo, mi compañero. Que sigas siendo mi compañero. 


21 de abril de 2021

Cosas que -tal vez- todavía no sabes

- Algunas cosas que he hecho contigo, sólo las he hecho contigo.
- Hace un año que mi estómago palpita cada vez que te miro, que te pienso.
- Te admiro.
- Eres el hombre más guapo que conozco.
- Cuando te acercas los miedos huyen, traes la calma (que dice nuestro cantautor), la dicha y la alegría.
- Tu cuerpo es un templo sagrado y perverso. Perfecto engranaje de órganos que hacen música.
- En clase, mis ojos se enfrentan a los tuyos en una batalla que huele a futuro inmediato y que termina -también- entre sudor y movimiento.
- Confío plenamente en ti, nunca he sentido la necesidad de limitarnos con interrogantes.
- Adoro cuando dices "sí" antes de terminar la propuesta, que es siempre. Te adoro siempre.
- Tu bondad no conoce jaulas, tu valentía tampoco.
- Construir cimientos contigo es una tarea sencilla y placentera.
- Te aprendo, te respeto. Me aprendes, me respetas.
- Cada día me duele la tripa de reír contigo, aunque esto sí lo sabes bien.
- Sonrío pensándote. Sonrío antes de leer cualquiera de tus mensajes, durante y después. 
- Eres mi clase de química bien orientada, de literatura francesa. Mi clase obrera, mi lucha de clases.
- Me divierto contigo hasta cuando no estás ahí. 
- Creo en ti, en tu trabajo, en tus manos y en tu cabeza sana y lúcida.
- Te huelo en la distancia. Sé cuando entras en un lugar sin girar la mirada. 
- Eres 22 de abril. Eres todos los días de mi vida. 

20 de marzo de 2020

Miedos, culpas y otras pandemias

Menos de siete días han bastado para ser testigos del nacimiento de esa densa incógnita que somos nosotros mismos. Con cierta dificultad, me declino hacia mi hogar, que soy yo misma, frente a los miserables y sus miserias, los condenados y sus condenas, los asustados y sus miedos, los culpables y sus mentiras..
Ahora no puedo escapar de mí, por muchas redes antisociales y presuntuosas que me arrastren a la evasión, no son reales, no saben de tacto, ni de sonrisas. Sí, los acordes pasean por ellas y nos atraen, nos excitan como la puta droga que siempre ha sido la música, pero sigue sin ser verdad.
Estos días no hay miradas cómplices, salvo las que dirigimos hacia nosotros mismos, y es ahí donde -sumamente acojonados- descubrimos quienes somos, y lo que asusta más: la distancia eterna o apenas imperceptible entre eso que somos y lo que siempre hemos deseado ser.
¡Vaya putada nos ha hecho este virus! Un día corremos hacia no sabemos dónde para escapar de no sabemos quién o qué (o sí), y al siguiente estamos lidiando contra un enemigo milimétrico que crece en forma de aburrimiento, de depresión, de falta de imaginación y de todas y cada una de las traducciones que queramos darle a la expresión "no me conozco". Y en esas andamos, lamentándonos todo el tiempo, o buscando mil y una alternativas para no chocarnos de frente con nosotras mismas y darnos cuenta de que nos gustamos un poco menos de lo que creemos.
Unas veces me siento hogar, y otras tantas, soy una batalla campal. Creo en ambas de igual modo y con la misma intensidad. A veces, mi piel es movimiento en calma inusual, hasta que en algún giro me detengo a mirar mis heridas. Entonces soy grito, casi siempre de auxilio. Lo jodido en estos tiempos es que nadie puede oírte.
Saldremos de esta. Je.


23 de octubre de 2019

Te sigo recordando, Amanda

En un año me has enseñado a reconocer unos ojos transparentes y libres de prejuicios. Me has regalado casi a diario una sonrisa, una caricia y últimamente alguna palabra. Me has sacado las dudas, como si fueran espinitas, cada vez que me he sumergido en el mar que las habita. He sabido gracias a ti que los niños preferís jugar con cosquillas y canicas a tener un móvil en las manos. También he batallado con los miedos más atroces cada vez que te venía a visitar la fiebre. Del amor incondicional ya sabía, pero tú lo has elevado a niveles inimaginables. He aprendido a respetar tus gustos, en todos los sentidos, y -a pesar de mis ganas locas de enseñarte mil canciones- he desechado la idea de inculcártelas como doctrina. He sentido y siento nuevamente la vulnerabilidad de fantasear con una nueva vida, que llegue de lejos, de dónde no tienen apenas nada, también gracias a ti.
Ojalá, Amanda, se cumplan todos tus sueños, que sé que son muchos y bonitos. Me asusta que no sepas llorar, aunque sé que es esa extraña "característica" que te hace ser diferente al resto de personas.
Ojalá todo Amanda. Ojalá siempre.