20 de marzo de 2012

Tu abrigo

Adoraba tu abrigo portugués. Y yo pasaba
mi brazo bajo el paño azul. No he olvidado
tu perfume, el calor que me llegaba
de tu cintura. La dulce sensación
de un vientre que sentía
palpitar en la punta de los dedos.

Olías como huelen los puertos prohibidos,
había olor a sal y a primavera. Algún lejano
recuerdo de las noches de bares y de besos.
El calor de una piel, hasta tu nombre
tenía sabor a brisa,
cuando el agua
era lluvia corriendo por tu pelo. Y el pecado
era inventar en ti un país imaginado.

Mi pequeña dulzura, café ardiendo
en tus labios. La soledad de dos bajo tu abrigo.
Hoy no sabría
decir aquellas cosas como antes: me sentía
viejo y cansado y al mismo tiempo era
un niño cuando hambriento te buscaba
bajo tu abrigo azul.
Cuando soñaba con tu cuerpo desnudo y repasaba
la vieja cicatriz a un lado de tu vientre.

Pero, entonces, y ahora mismo, cambiaría
todos y cada uno de estos versos
por oirte decir, como decías, abriéndome los brazos:
“Si tienes frío,ven
porque cabemos
los dos bajo este abrigo, vida mía”.

Rodolfo Serrano

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