9 de mayo de 2012

Carta de un naufrago

Hace ya siete meses, tres días y dos horas naufragué en esta isla que no está en ningún mapa. La primera semana lloré como un muchacho asustado y el miedo vino a vivir conmigo. Luego maldije a Dios los quince días siguientes. Y me pasé tres días sin agua ni comida. Los siguientes dos meses he añorado tu cuerpo y soñado con el tibio roce de las sábanas. Cada noche encendía hogueras en los montes pendiente de que un barco pasara por delante de esta isla maldita . Y en la playa he dejado mensajes de socorro pidiendo que vinieras. Arrojé cien botellas con mensajes urgentes. Y durante tres meses aprendí que la vida es un cangrejo, un fruto, el agua del torrente, el sol que cada tarde pinta de rojo el agua. Ya no siento temores. Recuerdo vagamente que más allá del mar hay fusiles y espadas y hombres que maldicen haber nacido un día. Y que aquel mundo era una isla de monstruos. Ayer me desperté cantando sin que nadie me dijera: “Estás loco ¿A qué tanta alegría?” Y cada tarde escribo en la arena unos versos que borran las mareas y que de nuevo escribo. Hoy he visto pasar un barco no muy lejos. He apagado raudo la luz de las hogueras y he borrado todos los mensajes de auxilio. Afortunadamente el buque ha pasado de largo.

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