14 de enero de 2015

Llenando el vaso

Hoy leía acerca del lado oscuro de los pensamientos positivos. El artículo venía a explicar que de poco sirve ver el vaso medio lleno (o medio vacío) como acto aislado al hecho de llenarlo, aislado a la -a veces- complicada tarea de ponerte manos a la obra y hacer, de forma consciente, lo que buenamente puedas (o quieras) con ese puto vaso. Durante algunos meses, quizás años, me sumergí -siguiendo el consejo de los mejores terapeutas- en la piscina de las frases optimistas, adentrarse en el camino del "todo va a ir bien" es, sin duda, la decisión más peligrosa que alguien pueda tomar. Todo no va a ir bien, pero puede que tampoco vaya mal del todo. Juegos de palabras aparte, quiero entender parte de la vida como un juego, y alimentar -así- mi sed de competición.
Hace un año que nos inscribimos a nuestra primera carrera. Creo recordar que mi corazón estaba tan enfermo entonces que -al llegar a la meta- quiso salir por la boca y continuar corriendo en busca de un cuerpo menos febril, de unas manos que supieran qué hacer con un vaso medio vacío. Pero todo estaba en orden, porque "todo iba a ir bien". En estos doce meses -por perder- he perdido hasta el control, haciendo del juego un tablero de triángulos escalenos a punto de vomitar. Pero hasta las reglas de la geometría son accesibles a un corazón inquieto.
La verdadera fortaleza no reside en esconderse tras una capa de invisibilidad (que decía el mago). No conviene dejarse llevar demasiado por ilusiones mágicas y salirte del camino de la realidad. A veces, es mucho más sencillo aceptar la derrota, cambiarse de traje, y salir a reinventarte. A veces, lo más sensato es sentarte en una barra con tu gente, mirar de frente el vaso, y empezar a llenarlo. Lo que pasa después tiende a ser un misterio.. Siempre he sido de las que terminan sin ver el vaso, tal vez porque me gusta demasiado llenarlo.

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