28 de julio de 2015

Todos los caminos llevan a Roma

Perder(se) es un verbo recurrente. No siempre andamos sobrados de luz, y caminar a tientas se convierte en un acto casi reflejo. Es entonces cuando nos agarramos a cualquier brazo dispuesto a (a)tendernos, la trampa. Como si de él dependiera nuestra estabilidad, nuestro equilibrio.
Vagar por mares de dudas siempre fue muy literario, pero la literatura poco sabe de naufragios, ni de ti. Tampoco tú sabes demasiado de ti, ni de literatura, por muchos muros que pintes de poesía. Y al final, de todos los caminos, terminas escogiendo aquél que nunca te conducirá a Roma, desenfundando -en el viaje- innumerables mecanismos de defensa a personas que jamás te declararían una guerra. Y así.

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