8 de octubre de 2017

Palabras

Hablaban, se escribían con las ganas locas de quien vislumbra una especie de desastre inminente, y siente la necesidad de vaciarse de palabras. Algunas veces, cuando pensaban que ya se lo habían dicho todo, recurrían a canciones y entonces abrían quince frentes más que les hacían pensar, muy para adentro, algo así como "menos mal, esto acaba de empezar".
Una noche, cada uno en su sillón del mundo, decidieron brindar por la distancia, que desapareció con el tacto frío de aquellos vasos verdes de Duralex. Ambos habían sido pequeños hace demasiado, y se habían enfrentado a la aventura de sobrevivir en un espacio/tiempo extraño. Ella le habló de Edith Piaf, le explicó que es una de las pocas personas que se sintió enamorada de su propia voz cuando la escuchó por primera vez en una grabación. Él no dejaba de volar, por encima de los océanos.
Hablaban. Y algunas veces se entendían. Y se vaciaban de palabras. Ojalá no fuera así, pero los dos conocían demasiado bien la sensación de tener que soportar el peso de un desastre inminente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si el mundo para cuando me hablas de la voz de Edith...

Mariajillo dijo...

Esas treguas del mundo..