16 de noviembre de 2013

Co-razones



R., con sus violentas formas de agradecer, me regaló un poema que, cuando leí, me anudó el alma trescientas veces, menos por lo qué decía, que por la peligrosa posibilidad de que, tal vez y sólo tal vez, me lo estaba diciendo a mí. Ya por entonces lo copié en este blog, entrada del 19 de abril, que compartí dando por hecho que esas palabras encadenadas pertenecían al maestro Salem, así un poco por la forma de sus versos y reversos. 
El jueves quise poner algo de color a la sucia escala de grises que imperaba en mi semana laboral, y me arropé de brazos amigos en casa, la de las paredes con líquidos de olor a vieja madera y nuevos pianos. Por allí deambulaba  Escandar, que me enamoró en el mismo momento en que recitó su primera consonante. Allí, entre toma y toma de cualquier escena de Báilame el Agua (ya no tanto por su curioso parecido a Unax, sino por la carga de autodestrucción de sus métricas), o entre las blancas y químicas filas de cualquier concierto de Extremoduro, me perdía ante la mirada lejana pero vigilante de R., que entendía una extraña complicidad que yo, todavía,  creía desconocer.. Pero entonces Pons comienza a entonar "Será", y Escandar susurra a unos 70 oídos sedientos de continuidad y tregua eso de "No hace falta que me digáis.." Joder! He de encontrar el modo de sentirme como entonces, porque en ese estado de vértigo atrincherado quiero permanecer hasta que vuelva a perder la batalla al tiempo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Amo ese péndulo entre la mujer huracán que escandaliza portales
y la que se sonroja si le dices que es más bonita que la noche.
Su trazado en semicírculo marca el ritmo de mis deseos como versos,
mis erecciones a deshora, y niega el breve tiempo de los mortales.

Ella no sabe que brilla más que cualquier estrella de neón o gelatina,
que sus gemidos amenazan mi timón como un orfeón de sirenas,
que por verla feliz me marcharía, y para hacerla feliz, permanezco.
Que celebro su existencia como la de la luna, cuando la luna me mira.

Guarda en su cuello el secreto de las noches que se doblan como espigas,
en los pechos, las joyas gemelas de la corona de la más plebeya dinastía,
tiene talle de princesa, bebe como un marino ruso, y ama como la vida.

Ella va a incendiar su mundo, sin querer, un martes a mediodía,
porque está hecha de un fuego que la asusta y la encandila.
Y yo estaré cerca, para encenderle con besos las cerillas.

A veces siento
la sucia tentación de enjaular sus maravillas.
Pero aunque pudiera ,
no lo haría:
ella es libre, feliz,
y un poco mía.

Ella sólo le tiene miedo al miedo, y hasta el miedo la amaría"

Carlos Salem (esta sí).

Mariajillo dijo...

Sí, esta vez sí.

Anónimo dijo...

Qué largas se hacen las noches en que ni siquiera miras el mvl.