23 de febrero de 2016

Anís

Siempre quiso escapar de la oscuridad. Tenía el convencimiento de que en la sencillez encontraría ese pequeño foco de luz que se ocupara de desenredar los nudos firmes de la sinrazón. Algunas veces, eran los dedos de G. -ya heridos de tiempo y cansancio- quienes iluminaban su mirada. Las pocas horas que compartían sabían a una mezcla entre anís y derrota. Una miraba al futuro con desconfianza, la otra no tenía futuro hacia donde mirar. Pero juntas tejían una bufanda de colores y agujeros negros, que les permitía brindar por la vida entre punto y punto.
Le gustaban los mensajes cortos, sin adornos. Y siempre quiso escapar de la oscuridad. Por eso se sentaba delante de su abuela, que todavía tiene dos focos de luz en la mirada.

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