16 de noviembre de 2011

Otro mundo es posible

Pienso de camino a alguna parte, en cualquier vagón de metro.
“Otro mundo es posible”, lo dice el olor a lejía en las manos cansadas de la mujer del abrigo azul, o sus mechas caducas, o el papel de fumar que viste a modo de suela.
Lo dice la habitada barriga de una niña de quince años, o el gesto desconfiado de quién la coge de la mano. El cruce invisible de sus miradas, o el ataúd que guarda sus sueños, recuerdos que nunca existieron.
Lo dice el odio que esconde el muchacho de la derecha, o su modo de apretar el puño al ver que es la joven del pañuelo en la cabeza quién se acomoda en el último asiento libre.
Lo dice el cuaderno de notas del hombre que mece el bolígrafo como si fuera el bebé que jamás conocerá, porque para cuando reúna la “plata” suficiente para viajar hasta él, tan sólo encontrará reproches.
Lo dice el rímel barato que adorna los ojos del cansancio, o los 50 euros que anhelan noches mejores.
Lo dice el talento que se esconde tras los acordes difusos por el ruido de la rutina, por los aplausos de la indiferencia.
Lo dice el libro de autoayuda que lee la señora del bolso imitación Prada, o la sonrisa que esboza su acompañante al llegar a la tercera página de su revista del corazón.
Lo dice el deambular del muchacho de vaqueros ajustados y uñas y cabellos sucios. Su modo de enfadarse cuando descubre que su parada pasa de largo, como su vida.
Lo dice el centenar de currículos que viajarán del bolso de la estudiante en prácticas al contenedor de cualquier calle melancolía.
“Otro mundo es posible”, tiene que ser así.

2 comentarios:

Jose dijo...

Genial.

Mariajillo dijo...

Tú sí que eres guapo :-)