20 de noviembre de 2012

Una historia con las manos

 
 No me mires cuando mire, sin mirarte entre los poros,
 de tu piel de terciopelo, de la curva de tus fauces,
 mírame cuando repose en el cajón de mis raíces,
 que elegí el papel de mártir por morirme por un beso,
 por el camino maltrecho de la vida y sus compases,
 
 Déjame, que te cuente, una historia con las manos
 que te sepa a caramelo,
 que me estrelle con tu boca, que eyacule en tu barriga,
 que me siembre en tu agujero, que te grite como un cerdo.
 
 Y el escondite del día será un sueño duradero,
 entre sábanas de hojaldre donde dimita mi cuerpo,
 que estoy resudando a chorros, me estoy poniendo blandito,
 se me olvidan los demonios cada vez que estoy contigo,
 que me sabe a libertad, callarme entre tanto ruido.
 
 Déjame, que te cuente, una historia con las manos
 que te sepa a caramelo,
 que me estrelle con tu boca, que eyacule en tu barriga,
 que me siembre en tu agujero, que te grite como un cerdo.
 
 Arranca que tengo tierra en los bolsillos,
 y agüita pá hacerte un castillo de fango,
 debajo de un puente que tengo los dientes,
 pá darte un mordisco cuando te despiertes,
 que importa si es de noche ya.
 
Poncho K 

6 comentarios:

David dijo...

Así, sí. Ganas cuando te pones punkarrilla :-)
Me tienes orgulloso y feliz, qué bien Ajo.

Mariajillo dijo...

Empiezo a pensar que eso de la felicidad es un poco como todo, cuando no la buscas, aparece.
He de hablarte de un proyecto en mente, Gaza esta vez. Vente a cenar a casa.

David dijo...

No aparece, tú eres felicidad, pero no lo quieres saber.

Leo dijo...

"Y a mí me mata el capricho de ver el último sol nacer"... Me enganché a Poncho ;-)

Mariajillo dijo...

"Nunca se detuvo ante mí el tren de la rendición, otra vez toca desabrocharse el abrigo, perder los anillos, ponerse cabrón..." ;-)

Anónimo dijo...

"Y yo vigilo tu sonrisa, mientras tomas un té, en un café del centro"