18 de noviembre de 2015

Pensamiento mágico

El pensamiento mágico consiste en atribuir un efecto a un suceso determinado, sin existir una relación causa-efecto comprobable entre ellos. Así, podríamos poner como ejemplo la fe o la superstición, pero a Eme siempre le pareció mucho más interesante el uso que -de tal pensamiento- hacen los niños, porque Eme -algunas veces- es una niña que mira -cansada- la batalla eterna entre sus monstruos y superheroes. En los días de lluvia, camina cabizbaja, como si el peso de la oscuridad empujara su mirada hacia cualquier charco que albergue reflejos. La niebla, en cambio, baila a contraluz, con un movimiento ligero y circular, tan de labios que juegan a resistirse, tan de beso al fin y al cabo. El niño de verde le explica estos cuentos a Eme y ella que -algunas veces- también es una niña salta sobre el primer charco sin reflejo y atraviesa la niebla y entonces la arrastra la magia del pensamiento. Eme coge impulso y -aunque nunca aprendió a volar- sí sabe tocar el cielo. Y allí, tan arriba, se encuentra con el mismo reflejo del charco. Suelo y cielo separados por una neblina que baila a contraluz.
El peso de la ambivalencia, los buenos y los malos, el miedo, la oscuridad, el pensamiento mágico.. Pasear, cabizbaja, con la mirada hacia cualquier charco y ver el reflejo de un niño que viste de verde, y explica cuentos de niebla a contraluz. De pequeñas gotas que corren hacia arriba, como buscando canciones. Algunxs creen que son gotas que andan descentradas, como locas. Yo prefiero pensar que están vivas.

1 de noviembre de 2015

Avanzar

"Llévame. Guíame. Ve delante" Porque -de ese modo- parece más sencillo avanzar. Avanzar, ese es el verbo al que nos agarramos como si su propia condición de movimiento nos empujara a otro lugar. Lo que nadie nos asegura es que esa nueva situación implique mejora, pero -aún así- avanzamos, porque nos creemos muy valientes y capaces de dar ese salto hacia el siguiente nivel. Sólo espero que -al final de la partida- no tengamos que tragarnos nuestra prisa por avanzar; que no miremos atrás y se nos retuerza el alma al entender que -allí abajo- un montón de porqués nos miran indefensos, como diciéndonos "joder, corriste demasiado, y aquí no estabas tan mal".
En mis carreras, la línea de salida coincide con la linea de llegada. Piso la meta, que es exactamente ese trozo de asfalto que un rato antes sostenía un cuerpo menos cansando. No quiero avanzar en un tiempo. Discúlpenme si me quedo atrás, desvistiendo a todos esos porqués hasta conseguir entenderlos, entenderme. Quizás entonces comprenda el auténtico significado del término avanzar, sin necesidad de huir. 

14 de octubre de 2015

Alturas, trenes, nubes y gatos

Casi siempre me dejo vencer por esa manía que tiene la vida de esconderse y engullir -de un trago- la necesidad que siento de creer en las alturas, en los trenes, en las nubes, y en los gatos. De creer en algo que no sea humo, que no se vista de humo y que no se desvanezca como el humo. Proyectar toda tu imaginación en una única carta es jugar con el mismo fuego que termina convirtiéndola en ceniza. Yo escribía cartas. Dibujaba trincheras de colores en folios blancos, en un intento de ser noche, canción o cerveza, no importa el orden. Me aferraba a una magia que nunca existió más allá de mi sentimiento de indefensión y claro, fallé en todos los trucos.

A día de hoy, me aburren las personas que tiran de frases hechas para no tener que molestarse en pensar demasiado. Todavía me sigo preguntando qué esconderán tantos "te quieros" postrados y agonizantes tras una pantalla de móvil. Y las putas Pes de Pamplona que preceden a las risas y las convierten en velocidad, en huida, no vaya a ser que nos dé por agarrar del cuello a esa vida que se esconde y engulle alturas, trenes, nubes y gatos, mirarla de frente y decirle "ey, tú y yo tenemos que hablar, en serio" (deságanse de la última coma si lo que les interesa es tener una conversación formal). 

Casi siempre me dejo vencer por las manías de la vida... Aunque en realidad, por muchas vueltas que vaya dando, termina por estacionar siempre en el mismo lugar. Ahora parece que toca invierno, y frío. Bien. Así -al fin-  tendré algún motivo distinto de ti para poder temblar.



13 de septiembre de 2015

Los ojos de Jorge

Los ojos de Jorge están abiertos al mar, en un combate de azules preciosos. Me explicó que esos ojos son de su madre, que también se enfrenta al mar a diario, pero desde arriba, que es desde dónde se ha de mirar el mundo. A mí siempre me ha gustado mirar ciertos ojos (que son mundos) desde arriba. Ese es el vértigo que paraliza, y te corta en dos, como diciendo "ves? sigues viva". 
En los ojos de Jorge nace un presente cada segundo, y se vuelven duda e incomprensión cuando le pregunto si vale la pena que nos desviemos un par de cuadras para ver un partido de baloncesto. Él no conoce la pena, y mucho menos su valor. 
Los ojos de Jorge conviven con los ojos de decenas de niños, que -dice- son la esperanza del mundo. Y entonces ya nos vemos obligados a perdernos en el pensamiento de José Martí, que debiera ser referencia obligada para cualquier maestro, pedagogo, psicólogo, político, filósofo, persona. Pero  caemos en la cuenta de que no hay tantas personas en el mundo capaces de volar, y mirarlo desde arriba. Tampoco se le echa mucha cuenta al presente, porque parece que lo más práctico es proyectarnos, desde un individualismo atroz, en un plano futuro. Eso es lo que nos permite dormir por las noches, aunque a escasos kilómetros haya niños a los que les han arrebatado su derecho de ser esperanza, de ser niños. 
Los ojos de Jorge sonríen cuando me pierdo en mil dudas. Y entonan una gran negación si planteo que tal vez debiera pensar menos. "Desconfía de quienes te digan que no has de pensar tanto. Si acaso, se selectiva con tus pensamientos, y valora bien a qué y a quién se los regalas". 
Lo de sentir es el motor de un mundo cada vez más enfermo. Ya poco queda por hacer. Y en eso también estamos de acuerdo. "Que tú sientes?" Es una pregunta recurrente en los ojos de Jorge. Y entonces le hablo de trincheras, y versos. De canciones. Le hablo de mentiras, de soledad, y de miedo. Le hablo de sueños que se quedaron en el camino. Pero también le hablo de un presente que surge como de la nada, y alumbra todo. Ahí es cuando el reflejo de los ojos de Jorge muestra una Eme bonita (o eso dice él). "Una muchacha bonita, ya tú sabes. Has de pelear siempre por lo que sientes. Pero tú no puedes mendigar nada, porque si tú mendigas, sólo tendrás restos, y vacío. Migajas. Y de migajas no se come, ni se vive".
Y en esas andamos. Viviendo.

22 de agosto de 2015

Exclusividad

Vivimos escondiendo palabras, colocándolas en el rincón más oscuro de nuestro cuerpo acorazado, y cubriéndolas con mantas que tejieron para nosotros. Regalar un ápice de exclusividad, para -en seguida- disfrazarla con comparaciones, como si exponerte en una vitrina al lado de otras máscaras fuera menos arriesgado que entonar un "ey! que no hay nadie igual que tú".
A mí no me lo dicen demasiado, por eso me desafino entre la mayoría de la gente, Y a veces, no puedo evitarlo, miro una pantalla que dice que andas en linea, o en "ralla", o rallado, o qué sé yo..
A tantos dioses que no existen termino pidiéndoles siempre la misma historia: círculos, viciosos. Círculos borrachos de palabras malditas.

28 de julio de 2015

Todos los caminos llevan a Roma

Perder(se) es un verbo recurrente. No siempre andamos sobrados de luz, y caminar a tientas se convierte en un acto casi reflejo. Es entonces cuando nos agarramos a cualquier brazo dispuesto a (a)tendernos, la trampa. Como si de él dependiera nuestra estabilidad, nuestro equilibrio.
Vagar por mares de dudas siempre fue muy literario, pero la literatura poco sabe de naufragios, ni de ti. Tampoco tú sabes demasiado de ti, ni de literatura, por muchos muros que pintes de poesía. Y al final, de todos los caminos, terminas escogiendo aquél que nunca te conducirá a Roma, desenfundando -en el viaje- innumerables mecanismos de defensa a personas que jamás te declararían una guerra. Y así.

25 de junio de 2015

Clases de baile

Es casi ley. Es casi tango. Para que la belleza del movimiento aflore sólo hace falta que uno avance, y el otro retroceda. Y ese es el baile, ese es el maldito y perverso baile de la vida. El sublime mareo de caderas, el vértigo de la caída cuando tu brazo en mi espalda todavía se llama duda.. Eso debe ser volar. Desplegar las alas no parece complicado hasta que entiendes que, forzosamente, has de aterrizar. 
La música termina. También es casi ley. Y el baile ya no es un acompasado juego de avances y retrocesos. Con el silencio comienza la caída, despacio en su inicio; la sensación del final tiene forma de nudo corredizo, que se desliza de garganta a pecho, avanzando, retrocediendo. 
Y ésta viene siendo la historia de Eme. La historia de alguien a quién invitan a participar en el mejor espectáculo de danza del mundo, ignoranes de que ella, asustada, apenas sabe bailar.

10 de junio de 2015

Derrotas

Pero sin tildes, sin piedad. Estoy.. pensando en re-evoluciones, lejos de ilusiones ópticas, lejos de esperar nadas, tan vacíos, tan fríos, tan nada.
Las paredes se quejan por las noches, creo. Andan en huelga de calor, y crecen monstruos del tamaño de la ausencia que dejaron los héroes que me salvaban entonces, con un beso en la frente, con un "no tengas miedo, no son reales". Pero los héroes determinaron que la tierra era demasiado vulgar, y volaron, como vuelan las promesas, como vuelan los acentos, y como vuelan los colores.
El río hoy no sabía de azules, no quería saber. "Vivir es probarlo infinitas veces", decía una pared. Pero no reparó en la falta de oxígeno que implica correr infinitas veces, huir infinitas tantas.
Me duele el mundo, que decía no sé quién. Me duele hoy, ahora, que he chocado de frente con más respuestas que interrogantes.
Hola. Cómo estás? Estoy.. Mi reloj marca latidos, o eso dice.

18 de mayo de 2015

Te odio

Conjugar según que verbos debiera ser broma, o delito. Yo siempre fui de querer, mal y pronto, pero de querer, al fin y al cabo. Llevo días escondiendo mi versión más rock, mi versión más yo. Y ni con esas, he conseguido evitar la jodida conjugación.. No creo en las mentiras, hace años que les perdí la pista, de baile.  Para jugar, con fuego, es necesario haberse quemado alguna vez, y son esas marcas, ardiendo todavía, las que me recuerdan que no hay otro camino, salvo el de regreso. Regresar a esa bendita maravilla que es la vida. La que sonríe, la de las tazas de Superman llenas de ron y cola. La de besos, latidos y poemas de Rilke. La de los "te echo en falta" o "te quiero quitar los tejanos mientras suena algo de Silvio".. Nunca he sabido odiar(te), y el permiso para querer(te) andará entrelazado en alguna pulsera de cuero. Acabar,  antes de empezar, varias veces. Te odio, a vida. Te quiero, a muerte.

5 de mayo de 2015

El spleen de París

El río en cambio constante, Heráclito y su movimiento perpetuo. Molde(arte). Resurgir de las nadas y los todos, y sentarte a mirar el mundo desde algún ángulo agónico. Huir del balanceo constante y tembloroso para fijar raíces durante siete minutos, que son los que duran -exactamente- tu torpe recital de poeta maldito. El spleen de París es combatir cualquier al(arma). Siete minutos de negación de la realidad, siete minutos de sumisión a cualquier dogma que tú quieras instaurar.
Creo en la música, en los versos de Nacho Vegas, que repites -de forma casi mecánica- cuando algo te preocupa.
Me preocupa compartir espacio con aquellos que convierten las melodías en un deporte de mal gusto. Me angustia el poder que regalamos al personaje, no a la persona. Sólo tú, apenas tarareando, me alejas de esa arritmia mal sonante y reiterada.
Creo en el portazo tras el verso, en los nudos gástricos y en las noches en que aún te necesito. Creo que te odio un poco por ello, por tejer necesidad entre mi miedo y tu aparente equilibrio.
Creo que creerte es el único acto de fe que no me aburre. Y mirarte, a pesar de mi vista cansada, es trazar una línea infinita entre esos siete minutos en que recitas París.

11 de marzo de 2015

Me quiero

Por encima de mis medias, ya me entiendes. Y no es que te pida prestada un poco de lógica matemática, es que los mejores cálculos están ahí arriba, donde los nudos ya no muestran resistencia, y no hay duda que no acabe en cenizas. 
Y pienso en una posible recaída, como efecto primario del modo en que me explicas que vas a dejar de fumar, y que igual podrías salir a correr conmigo. Desplanificar la vida a tu lado es volver a los tiempos de vino y rosas, es querer reconquistar la primavera, es reservar el bocado más dulce para el final. 
Desde el margen cansado, el rio de lo superfluo pasa sin hacer mucho ruido, con lo que resurgen nuevas prioridades. No me interesa ni la magia ni el veneno de ciertas ilusiones, huyo de lo vanal, lo reiterado, lo cansino y lo impreciso. 
Y eso. Que mi realidad es invitarte el viernes a cenar, y el sábado a un concierto en el bar de siempre. Es que apoyes la mano sobre mi media izquierda y reconozcas la canción que están cantando, porque la escuchaste antes, porque es la que sonaba en aquél momento concreto. ¿Sabes? Quizás entonces me atreva a decirte que te quiero. Perdón, que me quiero. Contigo. 

26 de febrero de 2015

Finales

Resistencia. Mantenerse firme a unos principios que -burlas semánticas a un lado- buscan vivir su propia historia, con final, como todas las historias. 
Adaptación. Llegar a divertirte poniendo a prueba  a ese yo social, para el que siempre es época de Carnaval. 
Cadiz. Pasear por La Caleta. Guitarras como terapia alternativa a una vida de arena y cal. Ron para celebrar el éxito de recordarte cada día, un poco menos.
Recuerdos. Dedicar un espacio privilegiado de la memoria a honrar y venerar a quienes -entonces- se burlaron de la semántica para hacer de sus principios una historia sin final. 
Justicia. Para erradicar el miedo de unos muchos y el cinismo de unos pocos. Y libros, todos y cuantos podamos adquirir, porque llegará el día en que su consumo llegará al cielo y no por sed de conocimiento, sino porque nos los habrán arrebatado (también), y será entonces cuando lloverá consciencia sobre nuestras cabezas y queramos saborear la miel que ya no tenemos.
Llegar al cielo. Rezar. La fe. Salvarse de no sé quién, o no sé qué. Dios, él sí que sabe de adaptación y resistencia, qué hombre! 
Jueves. Principios. 

4 de febrero de 2015

Re(cuerdos)

Algunas mañanas me despierto abrazando tu recuerdo. Tu recuerdo, que va y viene como un tren de cercanías, que se impone, violentamente, al otro lado de la cama, así, tan tú, sin mí. 
Algunas mañanas recuerdo tus palabras, tan presentes todavía, y quisiera que dónde hubo palabras, ahora haya silencio, silencio compartido y definido, sin adornos, sin metamorfosis burdas de lo que fueron oraciones, plegarias, escaleras directas al cielo. 
Algunas mañanas llueve por dentro, y esnifo esas bajas temperaturas con la única intención de que el frío congele tu mundo y lo convierta en despedida. Porque todo fue -casi siempre- una despedida, primero a otra canción, luego a otra ciudad y -al final- a otra persona. 
Algunas mañanas, ya sabes, te recuerdo. Un recuerdo que es tantas cosas, tantas veces, de tantas maneras.. y por tanto tiempo. 

28 de enero de 2015

Yo soy así

 Como esencia, parte única y, disculpen el apunte religioso, sacra. "Ser así" como modo de reivindicación de lo auténtico, lo especialmente particular de nuestro ser, esa estrellita pequeñita y firme a la que invoca Robe cuando se cansa de ser hombre. Pero la primera del singular del ser se tiñe de interrogantes cuando pretende justificar cualquier acto de nuestra vida diaria.
El "yo soy así" apunta y dispara, sin miramientos, al brillo de pupilas inquietas, al palpitar de costillas heridas. Mudar la piel, y el alma, es tan necesario como abrir la mente al cambio, a la evolución, al devenir del tiempo, de la historia. Supongo que, por eso, huyo de expresiones ferreas y opacas, me dan miedo. De ayer o anteayer, sólo conservo ese pequeño porcentaje de esencia, un poco de mi padre, otro tanto de mi madre y un bastante de mí, mi vida, unas veces melodía, otras escudo.
Creo que tengo suerte de no "ser así", incluso de tener serias dudas a la hora de saber cómo soy. Por lo demás, todo bien. Me gusta vestir de negro, dejarme deslumbrar por el brillo de cualquier pupila inquieta.. Y palpitar, a día de hoy, es el verbo que mejor conjugo.

14 de enero de 2015

Llenando el vaso

Hoy leía acerca del lado oscuro de los pensamientos positivos. El artículo venía a explicar que de poco sirve ver el vaso medio lleno (o medio vacío) como acto aislado al hecho de llenarlo, aislado a la -a veces- complicada tarea de ponerte manos a la obra y hacer, de forma consciente, lo que buenamente puedas (o quieras) con ese puto vaso. Durante algunos meses, quizás años, me sumergí -siguiendo el consejo de los mejores terapeutas- en la piscina de las frases optimistas, adentrarse en el camino del "todo va a ir bien" es, sin duda, la decisión más peligrosa que alguien pueda tomar. Todo no va a ir bien, pero puede que tampoco vaya mal del todo. Juegos de palabras aparte, quiero entender parte de la vida como un juego, y alimentar -así- mi sed de competición.
Hace un año que nos inscribimos a nuestra primera carrera. Creo recordar que mi corazón estaba tan enfermo entonces que -al llegar a la meta- quiso salir por la boca y continuar corriendo en busca de un cuerpo menos febril, de unas manos que supieran qué hacer con un vaso medio vacío. Pero todo estaba en orden, porque "todo iba a ir bien". En estos doce meses -por perder- he perdido hasta el control, haciendo del juego un tablero de triángulos escalenos a punto de vomitar. Pero hasta las reglas de la geometría son accesibles a un corazón inquieto.
La verdadera fortaleza no reside en esconderse tras una capa de invisibilidad (que decía el mago). No conviene dejarse llevar demasiado por ilusiones mágicas y salirte del camino de la realidad. A veces, es mucho más sencillo aceptar la derrota, cambiarse de traje, y salir a reinventarte. A veces, lo más sensato es sentarte en una barra con tu gente, mirar de frente el vaso, y empezar a llenarlo. Lo que pasa después tiende a ser un misterio.. Siempre he sido de las que terminan sin ver el vaso, tal vez porque me gusta demasiado llenarlo.