27 de febrero de 2016

Patrones

Nos obligaron a vivir por debajo de casi todos, rindiendo pleitesía a una disciplina ajena, que ni entendimos ni compartimos nunca. Nos hicieron inseguros a golpes de comparaciones, colocándonos en el escenario de los perdedores, desde donde mirábamos las estrellas a escondidas, soñando con algo diferente. Aprendimos a callar y a ocultar el miedo como acto de dignidad, tratando de ser solidarios con la alegría que -como niños- debíamos tener, pero que ni siquiera conocíamos. La calma, como un edificio apuntalado, se desvanecía un par de veces al mes, cuando nos atrevíamos a explorar algún terreno desconocido, atractivo, impensable entonces. 
Fuimos los primeros, pero eso no bastaba para palmear nuestras espaldas o entonar un "ey, qué bien lo estáis haciendo". Nos quisieron, sí, y sacrificaron su vida por nosotros y -con ella- nuestros sueños. 

No creo en las obligaciones. Me gusta amar desde arriba, rindiendo pleitesía a un cuerpo ajeno que no sepa a disciplina, entendiéndolo, conociéndolo y compartiéndolo. Busco la seguridad que perdí en alguna comparación y pocas cosas me ilusionan más que colocarme ante cualquier escenario y escuchar las estrellas. Me encanta hablar, y daría parte de mi vida por vencer los monstruos que todavía habitan bajo mi calma. Que la vida es sueño. Y que cada día sueño con un trocito de vida.

23 de febrero de 2016

Anís

Siempre quiso escapar de la oscuridad. Tenía el convencimiento de que en la sencillez encontraría ese pequeño foco de luz que se ocupara de desenredar los nudos firmes de la sinrazón. Algunas veces, eran los dedos de G. -ya heridos de tiempo y cansancio- quienes iluminaban su mirada. Las pocas horas que compartían sabían a una mezcla entre anís y derrota. Una miraba al futuro con desconfianza, la otra no tenía futuro hacia donde mirar. Pero juntas tejían una bufanda de colores y agujeros negros, que les permitía brindar por la vida entre punto y punto.
Le gustaban los mensajes cortos, sin adornos. Y siempre quiso escapar de la oscuridad. Por eso se sentaba delante de su abuela, que todavía tiene dos focos de luz en la mirada.