23 de octubre de 2018

Amanda

Ojalá tengas a tu madre y a tu padre hasta que seas viejita, y les cuides y admires. Ojalá crezcas en un entorno de alegría. Ojalá nadie te aparte las piedras que encontrarás en el camino, que tropieces con ellas y tú mismas escojas con las que quieres volver a tropezar. Ojalá te rompan el corazón, eso quizás signifique que has amado sin condiciones. Ojalá cada vez que brindes resuenen en tu copa tres palabras: amistad, justicia y coherencia. Ojalá no te cuenten historias, que seas tú misma quien las construya a base de esfuerzo e ilusión. Ojalá fabriques unos ideales sólidos, hechos a tu medida, que luches por ellos con sed de triunfo pero sin tiranía. Ojalá no hagas daño, aunque te lo hagan a ti, que sepas alejarte con entereza de lo que no vaya contigo o de quien no quiera ir contigo. Ojalá mires del mismo modo a tu jefe que a la señora de la limpieza, y ojalá nunca quieras ser jefa de nadie. Ojalá tu cuenta bancaria tiemble con la misma risa que puedas temblar tú cada vez que compartas aventuras y desventuras con tus amigos. Ojalá hagas muchos regalos y compres pocos. Ojalá sientas la música en las entrañas. Ojalá sepas compartir, hasta cuando sólo tengas un pequeño pedazo de pan. Ojalá vivas con muchos animales y sean tu familia, no tus mascotas. Ojalá persigas tus sueños y no desfallezcas en el intento. Ojalá no escuches a quienes te digan que algo no está a tu alcance. Ojalá siempre, y ojalá todo.