Lo sabíamos
todo, aunque no quisiéramos decir nada. Sabíamos que aquella noche
jamás volvería a ser como ninguna de las que vendrán, y que no
éramos tan diferentes a cómo habríamos querido ser hace 15 años.
Y eso, que
estábamos de pie frente a una barra amiga, que nos servía sueños a
pocos euros, y alguien ponía rock and roll nacional.
Teníamos
muchas pesadillas que contarnos, y nadie pudo detener el tiempo
mientras temblábamos, yo de frío, tú de miedo, y los dos de vida,
suicidio a las 6.57.
Y ahora nos
vamos dejando un suspiro en cada duda imposible de resolver, y
lloras, porque siempre es más fácil llorar que enfrentarte a lo
desconocido, por más que conozcas todas y cada una de las cicatrices
que adornan mi piel. Y yo sigo cortándome las penas con el afilado
metal que son tus signos de interrogación, y las afirmaciones de
felicidad sin mí. Venga, recoge mi sangre del suelo y limpia tu
conciencia de mi recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario