8 de abril de 2014

Todo y nada

Todavía no he sabido escribirte lo que necesitas para teñir de algún adjetivo estas últimas semanas, y eso que tengo la cabeza a punto de estallar de palabras que no me atrevo a pronunciar. Ya ves, yo no puedo con todo, de hecho nunca pude con todo, pero sé cómo esconder muros de miedo bajo muros de mentiras, porque eso es exactamente lo que algunos esperan que haga, mientras transportan en sus miradas más mentiras, y las depositan -a modo de ayuda- sobre mi cabeza, con un gesto de autosatisfacción humillante y perversa..
Tengo la sensación de ir pisando y dejando atrás finales felices, por eso -contigo- camino con esa precaución que tan poco se parece a mí. Pero ¿sabes? llevo noches soñando con un bar cerca de la playa, de paredes pintadas con versos de García.. y siempre despierto pensando que -de este gran nada- podemos hacer un pequeño todo más o menos cercano. Mañana, tal vez, vuelva a vencer la batalla el nada, pasado será todo.. Y así paso los días, en un estado de inestabilidad guiado por voluntades extrañas, a las que doy, tan torpemente, el poder.. A ti también te lo doy, aunque vivas ajeno a las sonrisas que provocan tus mensajes a deshora y al deseo aterrador de compartir contigo aburrimiento en cualquier ascensor.
Siento muchas ganas de llorar, y todo adquiere una carga emotiva demasiado fuerte cuando pienso en las personas que me importan y las que -sí, también existen- me quieren. Y tampoco es que crea que la felicidad ande lejos, sinó más bien es que anda muy deprisa, justo ahora que intento no correr.
Tengo decenas de frentes abiert@s, centro de francotiradores inconscientes que, después de todo, esperan que esté bien, y -a veces- tengo la certeza de que soy el reflejo del ser minúsculo y prescindible que ellos ven en mí. ¿Realmente quieres seguir al tanto de mis días..?
Me gusta el olor a jazmín en los patios de Andalucía, sólo allí. Me recuerdan que hubo un tiempo en que mi madre me curaba con mercromina las heridas de la rodilla cada vez que me caía. Pasear por el Malecon también cura. Me agobian las faltas de ortografía, aunque siempre uso dos puntos suspensivos, pero eso tiene que ver con un acto de rebeldía adolescente y a lo mucho que me gustaba mi profesor de Filo en tercero de BUP cuando hablaba de de Marx. Beber ron con mi amigo David y terminar estableciendo paradigmas absurdo-emocionales me parece uno de los ejercicios más saludables, pero me duele cuando, él mismo, opta por alejarse de las noches en que ese ron podría ser compartido con más personas, porque entonces -dice- yo dejo de ser yo para regalar algo de coherencia a todo eso que los demás ven en mí. Uso un 37 en bambas y un 38 en botas, zapatos no tengo y todavía no he aprendido a caminar con tacones. A lo largo de mi vida, creo haber perdido más de lo que he ganado, pero estoy segura de que lo ganado es infinitamente más grande que lo que decidió irse. No sé querer, porque quiero con locura y me enamoré tres veces, me correspondieron dos. Conozco el amor incondicional y el dolor de perderlo. No me gusta el sabor de la cerveza, por eso la bebo rápido y sin respirar.. Me incomoda hablar de mí. No creo en dios y -muchas veces- lo lamento..
No creo en dios, pero rezo por un abril que termine sin invierno.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y en la calle Libertad número 8

Mariajillo dijo...

Ya, mientras se sirven gintonics en cualquier bar..