24 de marzo de 2010

Hubo una vez...



Un tiempo en el que la perspectiva de futuro terminaba a la vuelta de la esquina, o en el último cuadrado de esa rayuela que nos marcaba el camino. Entonces no conocíamos fantasmas, ni despedidas. Las tinieblas no eran más que el refugio de "los malos", fácilmente reconocidos por su aspecto siniestro y decadente.
En ese mismo tiempo la libertad no era más que el poder cambiar de calle a escondidas y el mundo se escondía alrededor de una manzana. El tiempo perfecto era el presente, el imperfecto vivía, a duras penas, en conversaciones adultas.
Sandra, que muchas veces dormía en mi casa, tenía un Cinexin, verdadera fuente de momentos felices.
Hoy, que quise regresar a aquel tiempo, dí con él. Durante escasos tres minutos todo parecía tener sentido.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Uf... en fin... cuánto te quiero.

Unknown dijo...

Mejor?